sábado, 11 de julio de 2015

La Francia Musical

A pesar de la creencia común de que la cultura francesa no es demasiado afín a la música, sobre todo al compararla con sus vecinos alemanes, austriacos o italianos, Francia ha dado al mundo varios músicos célebres que, a su vez, han dado grandes aportes en diversos géneros musicales. Efectivamente, los grandes compositores franceses les caracterizó su gusto por la búsqueda, por la innovación. Lulli fijó nuevos estándares para la ópera, Rameau estableció durante el siglo XVIII las bases de la armonía moderna, en el siglo XIX Berlioz transformó la sinfonía y Bizet la ópera; Debussy y Ravel dieron al mundo novedosos ritmos y sonidos a inicios del siglo XX. A la par, Olivier Messiaen fue pionero de la música electro-acústica y Pierre Boulez llevó un paso adelante a la música atonal de Schönberg. Sin embargo, también se le debe a la cultura musical francesa la preservación de las orquestas tradicionales (de menor número que la mayoría de orquestas contemporáneas). Mención aparte merece el ilustre compositor Gabriel Fauré, considerado el máximo exponente de la música francesa de su generación, quien además tuvo la oportunidad de influenciar a un gran número de músicos, debido a que también dedicó bastante tiempo a la enseñanza, llegando a ser el director del Conservatorio Nacional de Música y Danza de París. El color y la inventiva de la música francesa también se refleja en la obra de Couperin, Lalo, Chabrier, Dukas, Sartie, Poulenc y Milhaud.




Como puede verse, la música francesa tiene una riqueza y diversidad notable, sin palidecer ante la cultura gastronómica o literaria. A propósito de ello, está tan arraigada la música dentro del gentilicio francés, que se manejan cifran donde uno de cada cuatro franceses domina la práctica de un instrumento musical. Además de París, existen teatros de ópera importantes en ciudades como Lyon, Marsella, Toulouse, Burdeos, Estrasburgo, Montpellier y Niza, al igual que hay orquestas sinfónicas de renombre en Lille, Nantes, Toulouse, Estrasburgo, Lyon y Chamberí.



La Célebre Gastronomía Francesa Sufre Cambios

Quesos y vinos son parte de la tradición
culinaria francesa
La gastronomía francesa es reconocida a nivel mundial por su riqueza y por ser uno de los rasgos culturales franceses de más arraigo. De hecho, la gran diversidad cultural regional francesa, así como los diferentes ambientes de cada región, permiten tener en Francia un amplio abanico de posibilidades culinarias. Sin embargo, la globalización del estilo de vida corporativo, característico de las grandes capitales del mundo, también se ha hecho presente en las grandes ciudades francesas. Así, actualmente en ciudades como París, Marsella o Lyon, la hora de comer cada vez se relaciona menos con la degustación de exquisitos quesos y vinos, cambiándolo con poco gasto de dinero y tiempo. Algunas estadísticas señalan que los gastos en ingredientes para cocina en una familia parisina pasaron de rondar el 35% a principios de la década de 1960, a acercarse en la actualidad a un 18%. Por otro lado, el tiempo en la mesa para la cena ha pasado de un promedio de 2 horas a treinta minutos.

El desayuno en las metrópolis francesas se asemeja ahora al desayuno estadounidense, por ejemplo. El café negro, chocolate o té, acompañado de baguettes, bizcochos o croissants actualmente son desplazados por yogurts, cereales o simplemente frutas. Igualmente, la hora del almuerzo en casa ha sido reemplazada por el comedor de la empresa, restaurantes, self-service o cadenas transnacionales de comida rápida. A la hora de la cena, las circunstancias son similares, cambiando el comedor por la cena frente al televisor. De hecho, en décadas recientes los establecimientos de comida rápida, vinerías y ventas pequeñas de baguettes y croissants han adoptado los modelos de negocios anglosajones, dejando atrás la tradicional comida francesa de cinco platos.


José Bové
Sin embargo, en las áreas campestres (afortunadamente) aún persiste la gastronomía tradicional francesa. Incluso, la histórica oposición entre cocina del norte y sur ha sido reemplazada por la rivalidad cuisine traditionelle – nouvelle cuisine (cocina tradicional – nueva cocina). El debate vino versus cerveza o cocido versus crudo, ha sido superado por la oposición entre los elaborados platos de la cocina tradicional ante los rápidos y cargados nuevos platos. De hecho, la batalla del gusto encontró en José Bové un férreo defensor de la cocina tradicional, quien lidera desde la década de 1990 una campaña contra la globalización y las transnacionales responsables de distribuir alimentos “sin originalidad ni sabor”. Según él, las cadenas de comida rápida simbolizan el mal bouffe o le mal manger (el mal comer). Bové y sus partidarios defienden y reivindican una cocina francesa tradicional, caracterizada por la gran calidad de sus ingredientes y los sabores auténticos.

La Colonización Francesa

Como las demás potencias europeas, Francia tuvo durante un largo período histórico la tendencia a anexar territorios extranjeros a la fuerza, con fines políticos y económicos. A pesar de no ser una prioridad, el período de la Francia colonizadora duró varios siglos. Desde principios del siglo XVI Francia se involucró gradualmente en la conquista del mundo, caracterizándose por la difusión del catolicismo y la formación educativa brindada a los pueblos conquistados. Así, la etapa colonizadora de Francia se puede dividir en tres períodos principales:

La Primera Expansión Colonial (1534 – 1830)

Durante este período los colonizadores franceses se establecieron en el continente americano, principalmente en Canadá y las Antillas (Martinica, Guadalupe, Santo Domingo), en África y el océano Índico, como en Senegal y la isla de la Reunión, respectivamente. El comercio se centró mayormente en el tráfico de esclavos y la caña de azúcar (particularmente en América). Sin embargo, los numerosos conflictos bélicos en los que el país se vio involucrado disminuyeron las fuerzas del imperio Francés, con un punto culminante en la derrota en la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763) ante el Reino Unido y la subsiguiente

firma del Tratado de París en 1763. Entonces Francia, con el reconocimiento de su derrota, cedió una parte de las Antillas francesas, la región al este del río Mississippi, la colonia de Quebec y la región de Luisiana y Senegal. Posteriormente, la Revolución y el eventual derrumbe político-militar de Napoleón, sacaron de las prioridades a las colonias, a pesar de la pujante economía de las Antillas. Al final de este período el imperio colonial francés había quedado prácticamente destruido.


Tropas francesas en Madagascar

Nuevo Período Colonial (1830 – 1870)

A partir de 1830 Francia retoma la estabilidad interna necesaria para volver a interesarse en la conquista de nuevos territorios. Una conquista emblemática fue la de Argelia en 1860, seguida por la toma de Gabón, Costa de Marfil y Guinea. Igualmente, el imperio francés continuó su crecimiento con la invasión del Pacífico, ocupando Tahití, Nueva Caledonia, Cochinchina (zona meridional de Vietnam, al sur de Camboya) y Camboya. Incluso, entre los años 1861 y 1867, Francia incursionó en territorio mexicano sin éxito, encontrando la férrea oposición del presidente estadounidense Andrew Johnson, quien invocó la Doctrina Monroe. De igual manera, Francia encontró límites en China al evitar confrontaciones con el imperio Británico, que para el momento ya era la mayor potencial colonial, ranking dentro del que Francia después de este período, ya ocupaba el segundo lugar.

Expansión (1879 – 1910)

Colonizadores franceses en África
Luego de los conflictos con Prusia, Francia se hizo más prudente en su accionar colonizador, aunque seguían aprovechándolo como forma de afirmar su influencia en el mundo. Así, Francia volvió a centrar su atención en África, conquistando sucesivamente Túnez, Marruecos y Madagascar. Posteriormente continuó la expansión en Asia, con la conquista de Vietnam y Laos, que unidos a Cochinchina y Camboya formaron en 1887 la Unión Indochina (bajo el protectorado francés). Para el final de este período, el imperio francés incluía también los actuales territorios de Mauritania, Malí, Benín, Níger, Chad, República Centroafricana y la República del Congo en África, mientras que en el Pacífico  se sumaban la Nueva Caledonia, el numerosos grupo de islas denominadas la Polinesia Francesa, con el control conjunto de las Nuevas Hébridas con Reino Unido. Luego de la Primera Guerra Mundial los franceses sumaron nuevos dominios al garantizarse el control de antiguos territorios del caído imperio otomano (actuales Siria y Líbano), así como Togo y Camerún (previamente bajo control alemán).

Fin de la Francia Colonial

La Segunda Guerra Mundial dio pie al declive del imperio colonial francés. Durante el conflicto Japón tomó control de Indochina, el Reino Unido de Siria, Líbano y Madagascar, también junto a EE.UU arrebataron a Francia Marruecos y Argelia, mientras que Italia y Alemania tomaron Túnez. Aunque el general Charles de Gaulle retomó el control de varios de estos territorios, la posición de Francia no volvió a ser tan estable. De hecho, pronto surgieron movimientos independentistas en Vietnam y Camerún, seguidos del cruento y prolongado conflicto con Argelia. Bajo la tutela del general De Gaulle, varios territorios optaron por seguir siendo parte de Francia, dentro de lo que algunos llaman neocolonialismo. De Gaulle ofreció independencia a las colonias, pero manteniendo fuertes lazos a través de ayudas y cooperación.


Las colonias francesas siempre se caracterizaron por poseer misiones educativas de importancia, así como una involucración cultural importante. De hecho, los ciudadanos de territorios coloniales durante el siglo XX llegaron a gozar de ciudadanía francesa. Sin embargo, particularmente en los períodos más antiguos, los pueblos colonizados veían su vida caracterizada por la ausencia del derecho al voto y otras libertades esenciales, como la libertad de expresión y el derecho a libre asociación. La comunidad se dividía usualmente en dos clases sociales claramente diferenciables, una burguesía más educada y una clase obrera.

La Francofonía

Onesime Reclus
El término francofonía fue acuñado por el geógrafo francés Onesime Reclus en 1880. Este célebre personaje hizo diversas observaciones en torno a los países francófonos y los hablantes de la lengua francesa. En la actualidad a éste término se le otorgan distintas acepciones, como lo son la lingüística, geográfica, espiritual e institucional. Se habla de la francofonía en un sentido lingüístico para referirse a aquellos que hablan francés, en un sentido geográfico para referirse al conjunto de pueblos y personas cuya lengua materna, oficial, corriente o administrativa, es el francés; dentro del sentido espiritual se enmarca precisamente el sentimiento de pertenencia a una comunidad que comparte, por ejemplo, valores o rasgos culturales afines a la lengua francesa. Finalmente, desde un sentido institucional la francofonía se refiere a una comunidad organizada de concertación y cooperación.

A través de la francofonía se puede apreciar al francés como la segunda lengua de comunicación internacional, con presencia en cinco continentes, más de 40 países y siendo hablada por más de 150 millones de personas alrededor del mundo. Para ilustrar la omnipresencia de la lengua francesa, cabe recordar que es la lengua materna en Francia y parte considerable de Canadá, es la lengua oficial de Camerún, lengua de enseñanza en Madagascar y Costa de Marfil y es la lengua extranjera privilegiada en lugares como Marruecos y Túnez.

La Organización Internacional de la Francofonía es un espacio de acuerdos y cooperación para los países francófonos de todo el mundo

Il était une fois… Una Pequeña Historia de la Lengua Francesa

Los Galos, pobladores
originales del territorio francés
El francés es un idioma con una historia bastante compleja, caso común junto al resto de idiomas hablados en Europa actualmente. De hecho, el francés forma parte de un grupo de lenguas denominadas romances, las cuales provienen del latín vulgar. De esta manera, la evolución del francés que conocemos hoy día se remonta a hace más de 2000 años, en un territorio celta denominado la Galia. Este lugar fue conquistado durante el año 52 a.C. por el célebre general romano Julio César. En consecuencia, los habitantes de la Galia entraron en contacto con el idioma de los conquistadores, viendo sus variedades lingüísticas influenciadas por el latín vulgar, que era a su vez la variedad del latín hablada por los soldados romanos.

Durante el siglo IV d.C. el efecto del latín sobre los dialectos celtas llevó al nacimiento del galo-romano. Posteriormente, en el siglo V, los invasores germánicos (los Francos) arriban a territorio Galo. Así, a lo largo de varios años la aristocracia de los francos aprendió el galo-romano mientras seguían hablando su propio idioma. El paso de los años vio evolucionar el galo-romano hasta que en el siglo IX surge el romano, una lengua dividida en dos grupos lingüísticos, uno ubicado al norte y el otro al sur. Esto constituye también el nacimiento de vertientes dialectales que siguieron su evolución y son distinguibles aún hoy día.

Armand Jean du Plessis, Cardenal
de Richelieu
En la Edad Media el francés se difunde de manera progresiva en la corte del rey de Francia. Sin embargo, fue François I quien estableció el francés como la lengua oficial de la administración real, principalmente para desplazar al latín en los documentos oficiales y como una forma de unificar los pueblos franceses. Igualmente, hubo otro personaje importante en la estandarización de la lengua francesa, el célebre cardenal de Richelieu. Él, durante el año 1635, fundó la Academia Francesa, con la misión de establecer las reglas que regirían al idioma. Más tarde, entre los siglos XVII y XVIII, el francés se convirtió en la lengua de comunicación internacional, diplomática y científica. De igual forma, la revolución en las ciencias militares y la escuela obligatoria contribuyeron a la unificación y difusión de la lengua. Sin embargo, fue después de la guerra mundial que el francés se estableció con firmeza como el idioma hablado en todo el territorio francés.

Sin dudas, la lengua francesa tiene una historia fascinante y compleja como la de su país de origen, cuya riqueza cultural e idioma son reconocidos prácticamente en cada rincón del mundo.